martes, 30 de octubre de 2007
Literatura vulgar
En algún momento, encerrados en un cuarto se encuentran cuatro personas…Si me perdonase yo mismo por hacer esto sería feliz, pero no lo sería si no lo hiciese, he ahí mi dilema… el vacio jamás se podrá llenar pero las acciones me dejan entrar en ficción y pretender que si lo harán, aunque después la pesadumbre será peor y el martirio interminable…por el momento nada importa…Elena.- ¿Qué es lo que le hará a mi hijo?-Con angustia de madre que impotente y la mirada fija ante la escena frente a sus ojos se desencadena-Esteban.-No será más de los que su esposo me hizo a mí. Será rápido y sin dolor, eso quitará la agonía.-Elena.-No entiendo, ¿de qué habla?-Esteban.- No es necesario entender…a estas alturas ya no lo es…Y sobre mi caen recuerdos disolutos…vislumbro otros tiempos, tiempos anteriores a la decadencia, tiempos anteriores al mundo…Conocí a Natalia al escurrirme en una conferencia de poetas contemporáneos, si no me equivoco hace dos años; mi interés no fue inmediato pues del mundo nada quería a pesar de que ella era hermosa y sin duda una grata compañía…curiosamente la vida está hecha de fugacidades y a eso llamamos vida, pues son los momento felices lo que nos dejan marcados o en cambio los momentos miserables los que quedan tatuados, así de cruda es la vida, tan igual y tan diferida, tan amable y tan aversiba. Pensar que se pierde tan rápido, no simplemente la propia, sino la totalidad de ella, tanto en lo propio como en lo impropio…la depresión puede durar meses, una risa es cuestión de segundos, la felicidad es cuestión de instantes y lo que resta es la realidad de este mundo…Mario.-Señor, ¿Por qué llora?-Lo miro fijamente a los ojos, ojos empapados.Esteban.-Porque es lo único que me queda, lo único que me es propio.-Mario.- ¿Por qué?-Esteban.- Porque lo demás me lo han arrebatado.-Repentinamente suena el teléfono…siempre le hacía llamadas cuando no podía ir a verla…por casualidad, en un café de existencialistas que se han quedado en la época revolucionaria cuando Fidel Castro y el Che Guevara proclamaban consignas en pro de la libertad, me intereso la exposición de un joven que parecía hablar con cierta elocuencia, no como los pseudo liberales disque anarquistas que solían presentarse en aquel lugar para solo criticar los gobiernos democráticos pero sin dar soluciones, y decidí conversar con él al final; he ahí como sucedió que tanto Natalia y yo fuésemos tras el mismo objetivo, y por extraña petición del expositor estuvimos los tres en una misma mesa platicando sobre la liberación intelectual y el verdadero impacto en la sociedad actual, si no fue eso cuando menos de eso hable yo…me fui dando cuenta de sus pensamientos, logro llamar mi atención y finalmente le dirigí la palabra.
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